C'est la vie ...

... en rose




El Abuelo



(1913 - 2010)

Aun ahora no puedo creer que llegó a los 97 años, él hubiera querido alcanzar los 100.
Es reconfortante conocer a alguien que se aferró a la vida de tal forma, en los momentos malos, da cierta esperanza, es posible ser feliz, llegar a un punto culminante en la vida donde se tiene todo lo que importa (familia, amor)
¿Qué me dejó? Creo que la perspectiva de la vida en general, el saber que se puede luchar por lo que deseas y tenerlo, la fuerte creencia de que el amor existe y es para siempre. No hay límites, ojala todos pudiéramos morir así… listos para irnos, sin cosas pendientes por hacer, al lado de las personas que queremos más en todo el mundo.
Son solo palabras no se me ocurre nada más, pero creo que una persona como él merece un tributo aunque sea solo con un par de pensamientos… siempre te recordaremos.

Lo absurdo

Abandoné por muchos días este preciado blog, con eso de la navidad, año nuevo, trabajo, problemas... pero bueno, lo importante es que volví y ahora me encontré con un intento de post archivado en mi computadora que no había publicado así que aquí está... una historia antigua pero muy entretenida.

El domingo pasado, formé parte de una cadena de absurdos que hoy, cuando lo recuerdo me provocan mucha gracia.
Primer absurdo: La llamada
Un domingo cualquiera, como siempre, comíamos en casa de mi abuela cuando de pronto suena el teléfono, era una llamada para mi mamá de una prima de mi abuela que le dice que ya llegó por nosotras para ir a ver una casa que está en venta. En lo personal, no entendí gran cantidad de cosas como ¿porqué la prima quería mostrarle una casa a mi mamá cuando no está buscando cambiarse de hogar? Y la segunda pregunta es ¿porqué mi mamá aceptó ir a verla si no tiene la mayor intención de comprarla y entre sus actividades predilectas no está el visitar casas en venta? La respuesta a la primera incógnita supongo yo que es que la prima, que se dedica a vender casas siente que ya cumplió con su labor al mostrar la casa aun cuando sabe que el cliente ni siquiera busca comprar y la respuesta a la segunda incógnita es que mi mamá no supo cómo decirle que no, pues la insistencia de la prima es tal, que mi mamá prefirió ir a ver la casa solo para salir del embrollo.
Segundo absurdo: La oferta
La prima pasa por nosotros y nos vamos a ver la tal casa. El primer comentario que hace la prima es que la casa está en súper oferta, prácticamente una ganga de la tremenda cantidad de cinco millones de pesos (por más que le busco yo no veo la oferta por ningún lado)
Tercer absurdo: La revista
Llegamos a la casa en venta y afuera nos esperaba otra persona, que también se dedica a vender casas y utilizó su tiempo de domingo en la tarde para mostrar el sitio a dos personas que no tienen la mayor intención de comprar.
Resulta pues que la casa pertenece a un escritor antropólogo que tiene muchas publicaciones, así que después de ver todos los rincones de un hogar que además estaba lleno de papeles y de cosas, en una esquina vemos apelmazados un montón de libros y revistas, entre los que se encontraba un tomo sobre lucha libre que escribió el dueño. La prima le dice a la vendedora (con pleno tono de ser amable, muy evidente por cierto, yo lo hubiera tomado como un comentario para terminar con el silencio) “lucha libre que interesante y lo escribió el dueño de la casa” y la vendedora toma el libro y le dice “te lo regalo, él tiene muchos” la pregunta aquí es ¿cómo para qué iba a querer la prima, que en evidencia se ve que no le interesa la lucha libre una revista sobre luchadores?”.
Cuarto absurdo: El regalo innecesario.
Vamos de regreso a casa de mi abuela y la prima dice que va a pasar a saludarla y trae en sus manos la revista de luchadores, la prima le dice a mi mamá “se lo voy a regalar a tu mamá porque a ella le gusta leer de todo” ¿de dónde sacó esa conclusión? Pues ni en un millón de años yo me podría imaginar a mi abuela leyendo una revista sobre luchadores.
Quinto absurdo: el pastel de chocolate
Llegando a la casa, mi abuela le ofrece un postre a la prima y le dice a mi mamá “sírvele un pedazo grande del pastel de chocolate”, ya que la prima se come el pastel (que estaba delicioso por cierto) y se va, mi abuela me dice “pobre juro que no comería chocolate, como una promesa a Dios” para mí aquí el absurdo es hacer ese tipo de juramentos, en esta sí le doy la razón a mi abuela, mejor que haga una obra de caridad y así se cure de culpas, pues dejar de comer algo es una promesa que se puede romper demasiado fácil, la evidencia está en que la prima se terminó el gran pedazo de pastel sin dejar una sola migaja.
Sexto abusrdo: la revista pasa de manos
Sentadas en el comedor mi abuela me dice “para que me dio esto si yo jamás en la vida lo pienso leer” (hasta ahorita tengo la conclusión que la persona más sensata en esta historia es mi abuela) y yo ni se porqué me dejé llevar por los absurdos y le digo “dámela a mí, yo tengo un amigo que le gusta la lucha libre”. Esto es completamente cierto pero aun así después me sentí boba al traerme la revista y hoy en la mañana que la vi en la repisa pensé “esa revista se va a quedar ahí por años porque nunca me voy a acordar de dársela a mi amigo” y todavía más aunque le guste la lucha para él sería rarísimo que llegue yo con un regalo tan estrafalario.
Así termina la cadena de absurdos y si la revista o la casa en cuestión cambia de dueños estaré avisándoles.