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Mayo mes de las madres

Mayo: mes de puentes y descansos, bien merecidos para quien trabaja arduo, ¿se acordará esta gente que el asueto es debido al día del trabajo o la batalla de Puebla?, supongo que la gran mayoría ni siquiera se lo pregunta y lo que esperan es que llegue el día de no trabajo, para chilanguear con la familia, pero la festividad (aun cuando no hay puente) que no puede pasar desapercibida en este mes es el bienaventurado día de las madres.

Festejar a las madrecitas inevitablemente me remonta a mi infancia, cuando en la venerada Institución Educativa Héroes de la Libertad, es decir, donde estudié la primaria, el 10 de mayo era una fecha muy importante, más importante incluso que las clases, pues matemáticas, español, historia, civismo y demás, se suspendían desde semanas antes para practicar la ya clásica ceremonia del día de las madres, donde todos nos transformábamos para dar vida a un espectáculo con aires de montarse en Broadway, ceremonia donde supongo que los primeros atisbos de los futuros bailarines, actores y cantantes se reflejaron desde aquellos tiempos (lo cual en mi caso no aplicó, pues no había espacio para escritores)

De la cantidad de shows que armamos a lo largo de la primaria recuerdo con especial exactitud el bailable de la famosísima canción, New York New York, ¿qué tiene que ver eso con la madres o incluso la cultura mexicana de santificar a la jefesita? Absolutamente nada, pero eso sí, estaba dentro de las actividades de la clase de inglés, a ver si por añadidura, al ritmo de Frank Sinatra aprendíamos algo. Lo más memorable de esa fecha fue que las mamás se vieron obligadas a hacer los disfraces y digo con satisfacción que mi progenitora se lució, pues al contrario de lo que se pudiera creer, hizo el chaleco en su máquina de cocer de antaño, le pegó las lentejuelas rojas, compró el sombrero de unicel, lo pintó de negro y añadió un diseño único con más lentejuelas rojas, espero que haya disfrutado de este proceso, pues me parece uno de los colmos de estas actividades, poner trabajo extra a las mamás para festejar con éxito su día. Y entre luces y sonido, llegó el momento del espectáculo, ahí estábamos, montón de chamacos bailando “Start spreading the news, i’m leaving today, i wanna be a part of it New York New York”, un éxito taquillero, si hubieran cobrado.

El siguiente año, ya no fue necesaria la manufactura materna, pues a los altos directivos de la tan renombrada escuela, se les ocurrió, como una visión, ponernos a todos los pubertos a tocar un clásico de la música (no recuerdo cuál) con la flauta dulce, aprovechando que es obligatorio para el programa de la SEP aprender a tocar este instrumento. Aun hoy no entiendo, como en esta epifanía de los maestros, no se acordaron que éramos un completo fracaso como orquesta de flautas, pues solo tres personas, entre los noventa que éramos, tenían el don musical, todos los demás nos dedicamos a sacar sonidos desafinados al azar. No me quiero imaginar la masacre que fue para las espectadoras de este concierto, no me queda duda, que tuvieron que sacar su temple y toda esa fuerza femenina para quedarse hasta el final y mejor aún, aplaudir y sentirse orgullosas de sus críos.

El mejor momento en todos esos años de primaria era la entrega de los regalos, aquí quiero decir que siempre pensé que en el currículum de las maestras que contrataban tenía que figurar su experiencia en manualidades, pues eran ellas las que siempre terminaban haciendo los regalos, era inhumano poner a un niño de 10 años a hacer y decorar un jarrón, eso sí, nosotros siempre cooperamos con la firma y la obligación de entregarlo a la destinataria final. Es evidente que los mismos padres pagaban estos obsequios, por mi parte, yo pedía el dinero a mi papá, pues era un descaro, que además de que yo no metía ni un dedo en la elaboración del regalo, fuera mi propia madre quien tuviera que pagarlo.

No hay que ser genio para adivinar dónde terminaron estos obsequios, primero en el clóset de cosas inservibles y después en la basura. Lo más tierno es la expresión (burlona diría yo) en el rostro de mi madre cuando me pregunta si no me molesta que tire el cuadro que le di a los 7 años, o el jarrón de los 10, tendría que preguntarle a miss Lupita o a miss Silvia quienes fueron las grandes artesanas, pues para mí esos objetos no representan mucho valor, si acaso los recuerdo como decoración de la casa hasta que mi mamá se fastidió de velos y los relegó al clóset.

La verdad no se si estos eventos representaron para alguna mamá un momento de orgullo y recuerdo memorable de su pequeño. Si para la mía no fue así, no guardo algún resentimiento, pues ni el baile, ni el despeño en la flauta fueron mi fuerte jamás, así que al menos mi jefestita santa puede estar tranquila si ahora piensa que para ella estos eventos no eran TAN importantes como lo eran para la escuela.

Que bonito es crecer y tener la seguridad de que por ahora mi mamá, tiene suficiente con saber que se le quiere y se le quiere bien.